La Odisea Posmoderna de Nicolás Milanesi
Nicolás escribió su primer novela, o nivola, llamada Tsunami-Chic. Ahora que entramos en La Era de la Boludez está escribiendo online la segunda, porque encontró el argumento: perdió el personaje Tsunami-Chic y debe ir en su busca dando lugar a La Odisea Posmoderna de Nicolás Milanesi. Lector y lectora están invitados a seguir el desarrollo del relato online, Episodio por Episodio hasta encontrar el FINAL. Comenzá por el PRINCIPIO: buscá la Introducción que tiene el Nro 1)
miércoles, 12 de mayo de 2021
miércoles, 20 de febrero de 2013
12) Episodio 11. Final.
(Viene de Episodio 10. Era ella.)
Episodio 11.
Final.
Me despierto un día, ya no se cuál: el tiempo es circular y la verdad es espiralada.
Llega Ella al dpto. de Palermo y le digo: “Te habías ido de putas. Porque ahora las mujeres
también se van de putas, es el Siglo XXI, y esas cosas suceden.”
Le pregunto si descubrió, la circularidad del tiempo, si Borges me habrá leído, si el infinito al revés es un ocho, si le gustaron las putas, si me sigue queriendo, si sabe como usar el Smartphone, si ella también odia a Nicolás, si la felicidad existe, si es un Tsunami que todo lo arrolla, si su singularidad Aristopop sigue brillando, si "buen día, hace frío, no?"...
Ella responde: "Sí, hace frío. Buen día". Fin.
Como podés terminar así.
Qué?
Eso lo habrá dicho el autor.
Estamos aturdidos.
Pero ella también dice: "¿Qué?".
Y yo digo: "Nada".
_Traje Plasticola®, dice ella.
_ ¿Para religar los fragmentos?, pregunta el boludo, digo, yo.
_No, para disimular que me fui de putas, dice ella.
_ Ah, bueno, digo yo.
_Y para pegar esas cajas porque las voy a usar para mudarme...
_ Con migo?
_Quizá. Y con tres putas: una rubia, una morocha y una colorada.
_Soy el hombre más feliz del mundo.
_Ya lo sé.
FIN.
Como podés terminar así.
Qué?
Eso lo habrá dicho el autor.
Estamos aturdidos.
Pero ella también dice: "¿Qué?".
Y yo digo: "Nada".
_Traje Plasticola®, dice ella.
_ ¿Para religar los fragmentos?, pregunta el boludo, digo, yo.
_No, para disimular que me fui de putas, dice ella.
_ Ah, bueno, digo yo.
_Y para pegar esas cajas porque las voy a usar para mudarme...
_ Con migo?
_Quizá. Y con tres putas: una rubia, una morocha y una colorada.
_Soy el hombre más feliz del mundo.
_Ya lo sé.
FIN.
...Y se mudaron a dos cuadras, dentro de la República
de Palermo pero a un lugar más grande para que entrasen mejor sus dos corazones
y los tres corazones de las putas...
11) Episodio 10. Era ella.
(Viene de Episodio 9. El final era el principio, al menos para Nicolás.)
Episodio 10. Era ella.
El espíritu encarnado en
mí decía que no la encontraría. Entonces recuerdo el argumento: no era yo quien
descubriría la circularidad del tiempo, sino ella, la protagonista. Es decir,
puedo descubrir que el tiempo es circular, regresar a la madrugada de Lunes en
que se fue de Palermo, abolir la República, e incluso re-encontrarla, pero no
sería Ella. No sería la misma porque en tiempos circulares los mismos no somos
los mismos. Siento una briza a mis espaldas. Estoy en un café en el barrio de
Congreso meditando lejos de la República. ¿La brisa era Ella?.
En la República de Palermo parece que ya decretaron Rey, en esencia y existencia, y que además habilitaron un sistema de castas: La A, La B, La C1, etc. Pero no estoy al tanto porque no sigo mucho las noticias... en fin.
Trato de regresar ese
instante del tiempo hecho brisa pero desisto. Si era ella de todos modos no sería ELLA. Ni
yo sería yo. En ese momento me distancio nuevamente como narrador y me veo como
cuasi-protagonista desde arriba, desde el techo del café de Congreso; me
distancio como escritor, y veo al narrador con su mano sobre la hoja, creyendo
distanciarse del personaje; y me distancio como lector, con una mano en la
pera, pensativo, pensando quién será el autor de mi vida. ¿Quién será el autor de mi vida?. Entonces vuelvo a ser
protagonista de esta historia. Pero la historia es una tragedia en la que los
personajes nada pueden hacer contra las corrientes del destino. “Buen día”, digo, intentando usar los
poderes de los Conjuntos de Julia. “¿Qué
tienen de buenos?” se escucha en la T.V. del café en boca de Don Ramón mientras
golpea al Chavo del 8.
Ocho. Ocho… resuena el eco
de ese número en mí. “Ya lo sé”, pienso,
si doy vuelta el ocho se transforma en infinito: el 8 dado vuelta es un ∞.
Esa epifanía es el
destello que entreveo por la grieta que se abre en el destino de mis manos con las que me escribo, y me permite
pensar en dar vuelta el ocho. Daré vuelta el Episodio 8. En el Episodio 8 yo
leía a Borges. Ahora, invirtiendo el objeto, Borges me leerá a mí. Si Borges me
lee deberá hacerlo en un espacio-tiempo alephiano y absolutamente inespacial e
intemporal. Quizá en ese espacio este Ella. Porque todos los que se van de
putas no tienen tiempo ni lugar para hacerlo, simplemente lo hacen.
(Continúa en Episodio 11.Final.)
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10) Episodio 9. El final era el principio, al menos para Nicolás.
Episodio
9. El final era el principio, al menos para Nicolás.
Descubro,
aún en mi departamento, ante el despertar en ausencia de la protagonista, que
soy un Medium entre mi propio espíritu y el mundo de lo cotidiano. Además acabo
de adentrarme en la grata sorpresa de concebir –nuevamente- al tiempo como
circular. Es por ello que estoy en el momento mismo en que advierto que la
protagonista ha partido.
Lo
que pude detectar de manera intuitiva es que no tengo por qué llegar al final
de la Odisea, a la meta última donde Ella sería re-encontrada por mí tras mi
aventura, sino al principio de la Odisea, donde estábamos aún juntos,
fusionados. Voy a retornar al origen, donde lo Múltiple era lo Uno. El final
era el principio, al menos para Nicolás, porque hay muchas perspectivas pero
voy a seguir la mía, ya que “tengo confianza en la balanza que inclina mi
parecer” como decía Miguel Abuelo. Así, me desmaterializo del ahora, y
re-encarno en mí mismo, en Palermo, Lunes 1.15 am, antes de la partida de la
protagonista, y antes que se decrete el Sacro nacimiento de la República de
Palermo. Por mi propia materialidad habla el espíritu de Nicolás narrador, del
cual soy médium, y dice: “No la
encontrarás”. “No la encontrarás Nicolás”.
viernes, 7 de septiembre de 2012
9) Episodio 8. Descubrimiento de la circularidad del tiempo.
(Viene de Episodio 7. Nicolás contra los terceros, o de cuando se adelantó el final de la obra.)
Episodio
8. Descubrimiento de la circularidad del tiempo.
Nicolás
se despierta una tarde, grita Viva la Libre empresa, y –con esa sensación de
hastío tan Aristopop- toma el celular más cercano que tenía, un Smartphone,
para consultar en su pantalla las noticias del momento, puesto que el control
remoto del televisor se avistaba distante, sobre la mesada de la cocina. Al
consultar las noticias en el portal Infobae Nicolás nota que la noticia
principal aparecía como un Deja Vu: “Astrólogos aseguran que comenzó la Era de
la Boludez”.
En
ese momento vuelvo a ser Nicolás, y pienso: “A
esto ya lo viví”. ¿Estaré nuevamente en aquél día en que se fue la
protagonista? Ella no está, evidentemente. Pero está Borges, con seguridad.
Puedo consultarlo. Me arrodillo, abro a Borges, y de sus entrañas puede leerse
que hay una cierta relación entre el libro y la arena, porque ni el libro ni la
arena tienen principio ni fin. ¡Maldito Borges! ¡Escondiste el secreto! Para
encontrar a la protagonista no hace falta llegar al final, deduzco. Porque el
final no existe, tampoco el principio. Entonces no fue NECESARIO perderla,
quizá sólo haya acontecido, pero no necesariamente, sino que puede tratarse de
una vuelta más del espiral.
Hay una esperanza: no había que perderla (¿a la protagonista o a la esperanza?).
Hay una esperanza: no había que perderla (¿a la protagonista o a la esperanza?).
Y por eso es una Odisea, afirma Borges, desde mis entrañas. No puedo
hacer otra cosa que llorar, no sé si profundamente, o simplemente llorar en la
superficie, pero tengo muchas esperanzas que el llanto, al ser de agua, me
traiga nuevamente a mi Tsunami-Chic que es mar. Pronto observo a Borges
ahogándose en el mar de mis lágrimas y mi brazo es demasiado corto como para
ayudarlo a salvar su vida, sin embargo, atino a recordar que ya estaba muerto,
Borges, no yo, entonces la circularidad del tiempo se instala como salvavidas,
pues, al estar muerto, no necesito ya salvarlo. Y no solo eso, sino que además
puedo darme yo también por muerto, y jugar el papel de Medium entre mi espíritu
y este mundo cotidiano, para encontrar al espíritu arremetedor, que todo lo
inunda, de Tsunami.
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8) Episodio 7. Nicolás contra los terceros, o de cuando se adelantó el final de la obra.
Episodio
7. Nicolás contra los terceros, o de cuando se adelantó el final de la obra.
Veo que, tras derrotarme a
mí mismo uniendo el relato con Plasticola®,
he quedado demasiado distanciado del Nicolás-Protagonista de mi obra tanto como
del Nicolás-Alter-Ego de mi obra. Me siento, un tercero, un Narrador de mi
propia obra, en esta naciente República de Palermo de la cual no sé si quiero
ser ciudadano en estos momentos.
Pero volviendo al asunto
de narrar la propia obra, considero que eso está bien porque mi religión es el
Narcisismo: el amor a uno mismo debe ser mayor que el amor al prójimo, que el
amor hacia terceros. Por eso es que al sentirme un tercero, siento además que -como todos somos terceros en alguna medida- necesito un seguro contra terceros; aunque sea sólo para quedar al margen de la
responsabilidad de indemnizar a otras personas en caso de accidente. Pero, ¿Qué
accidente podría ocurrir si lo único que estoy intentando es ser el
rompecabezador que reconstruya fragmentos y re-encuentre a la protagonista
perdida?
No debemos olvidarlo:
estoy buscando a Tsunami-Chic! Esa que desde la primera (novela) es la segunda
(porque primero estoy yo, autor). Entonces, si pido el seguro contra terceros y
no tengo que indemnizar a nadie puedo empezar a romper cosas. Exacto. Es así. Y
voy a romper todo.
¿Qué puedo romper en éste
momento?
Puedo romper el hielo
contando algún chiste, pero eso no me interesa ahora;
Puedo romper bienes
materiales, pero ya hice mucho de eso en mi adolescencia;
Puedo… romper la espera, y
adelantar el final de esta novela o nivola. Voy a hacer eso. Contaré el final,
a pesar de que desprecio a Nicolás. Cuento que lo que él escribió como final es
que la protagonista se había ido de putas y por eso no la encontraba. ¿Una
mujer que se fue de putas? ¿Ese es el final? Así es, estamos en el Siglo XXI y
las mujeres también se van de putas. Pero, ahora que adelanté el final, ¿Cómo
hacemos con el lector para que siga habiendo necesidad de seguir el relato si
ya no hay ningún elemento último que justifique este secuencial proceso de
suspenso mediante el cual jugamos cada uno nuestros roles: yo del que cuenta, y
Ud. lector del que escucha?
Ya lo sé: recurriendo al
alcance metafísico último de las escrituras borgianas de éste, nuestro universo
paralelo. Vamos a introducir el artilugio del descubrimiento, por parte de la
protagonista, de la circularidad del tiempo.
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martes, 31 de julio de 2012
7) Episodio 6. El regreso de Nicolás
Episodio
6. El regreso de Nicolás
Al salir de la librería
con Plasticola® en la bolsa y con la
capacidad de decir buen día, decido distenderme. Saco los auriculares de la
mochila mientras guardo la Plasticola® en
la misma. Me coloco los auriculares para escuchar música, un tema de Clics
Modernos de Charly García, el Sol en mi cara, el airecito de Palermo, las
callecitas de Buenos Aires, angostas, que tienen ese “qué se yo, ¿viste?”, lo de siempre, la calle y yo… y pasa Nicolás
por la vereda de enfrente. Era angosta la calle, así que estábamos muy cerca
pero yo no lo escucho porque tengo auriculares y la canción me gusta: no me los
voy a sacar por Nicolás, no vale la pena ese.
Nicolás habla desde la
otra vereda.
Yo bostezo y sigo. Lo miro
de reojo. Sigue ahí. Pienso en girar a escucharlo. Me entretengo mirando un
culo, creo que de una amiga que pasaba. Nicolás no está más.
Doblo en Av. Santa Fe y
veo las cámaras; un notero de Canal 13, unos políticos, unos policías, y la voz
del político con menos bigotes que dice con la boca entrecerrada “La República
de Palermo es el crisol de los parlamentos, el Cielo de los parlamentarios y el
Universo de la polifonía; sin embargo, visto que estamos en un momento crítico
y considerando los consejos de Maquiavelo, necesitamos, señoras y señores, un
Rey” ¡Cómo me aburren esos discursos!
Digo.
_¡Cómo me aburren esos discursos! Dice Nicolás, que me había
seguido.
_¿Cuándo me saqué los auriculares? Pregunto.
_Yo me los saqué. Dice Nicolás.
_¿Dónde la buscamos? Le digo a Nicolás.
_Usa la Plasticola®, esa es la
fuerza –me dice- en una sociedad
fragmentaria. Las cosas se pegotean y funcionan como pueden.
_Claro, cuando el carro arranca los melones se acomodan… le digo yo, con cara de
sabio de la montaña.
_No.
Dice Nicolás, y señala las nubes sobre mi cabeza.
Miro esperando la
moraleja, esperando la aparición espectral que me enseñe sobre las nubes cuál
es la fuerza de pegotear las cosas, cómo funcionan los carros, por qué se
acomodan los melones… pero nada, sólo nubes, agua condensada y alta. Me doy
vuelta para reprocharle a Nicolás, pero él no está, era un truco para
distraerme. ¿Estará buscando él también a la protagonista? Cómo lo desprecio.
Cómo lo desprecio. Cómo lo desprecio.
Lo desprecio y ya estoy
cerca del tren, Santa Fe y Juan B. Justo, si me tiro a las vías muere Nicolás.
Si me tiro a las vías se
arruina la Plasticola®.
Necesito Plasticola® para encontrar a
Tsunami-Chic, mi protagonista.
No me tiro, entonces.
Y así, Nicolás usó un
silogismo y volvió a derrotar a Nicolás agarrando fuerte la Plasticola® para pegar el relato. Pero
odio tanto a los dos Nicolás que me distancio como narrador, como un tercero.
Ojalá tengan seguro contra terceros.
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