miércoles, 20 de febrero de 2013

11) Episodio 10. Era ella.

(Viene de Episodio 9. El final era el principio, al menos para Nicolás.)



Episodio 10. Era ella.

El espíritu encarnado en mí decía que no la encontraría. Entonces recuerdo el argumento: no era yo quien descubriría la circularidad del tiempo, sino ella, la protagonista. Es decir, puedo descubrir que el tiempo es circular, regresar a la madrugada de Lunes en que se fue de Palermo, abolir la República, e incluso re-encontrarla, pero no sería Ella. No sería la misma porque en tiempos circulares los mismos no somos los mismos. Siento una briza a mis espaldas. Estoy en un café en el barrio de Congreso meditando lejos de la República. ¿La brisa era Ella?.

En la República de Palermo parece que ya decretaron Rey, en esencia y existencia, y que además habilitaron un sistema de castas: La A, La B, La C1, etc. Pero no estoy al tanto porque no sigo mucho las noticias... en fin. 

Trato de regresar ese instante del tiempo hecho brisa pero desisto. Si era ella de todos modos no sería ELLA. Ni yo sería yo. En ese momento me distancio nuevamente como narrador y me veo como cuasi-protagonista desde arriba, desde el techo del café de Congreso; me distancio como escritor, y veo al narrador con su mano sobre la hoja, creyendo distanciarse del personaje; y me distancio como lector, con una mano en la pera, pensativo, pensando quién será el autor de mi vida. ¿Quién será el autor de mi vida?. Entonces vuelvo a ser protagonista de esta historia. Pero la historia es una tragedia en la que los personajes nada pueden hacer contra las corrientes del destino. “Buen día”, digo, intentando usar los poderes de los Conjuntos de Julia. “¿Qué tienen de buenos?” se escucha en la T.V. del café en boca de Don Ramón mientras golpea al Chavo del 8.
Ocho. Ocho… resuena el eco de ese número en mí. “Ya lo sé”, pienso, si doy vuelta el ocho se transforma en infinito: el 8 dado vuelta es un  ∞.
Esa epifanía es el destello que entreveo por la grieta que se abre en el destino de mis manos con las que me escribo, y me permite pensar en dar vuelta el ocho. Daré vuelta el Episodio 8. En el Episodio 8 yo leía a Borges. Ahora, invirtiendo el objeto, Borges me leerá a mí. Si Borges me lee deberá hacerlo en un espacio-tiempo alephiano y absolutamente inespacial e intemporal. Quizá en ese espacio este Ella. Porque todos los que se van de putas no tienen tiempo ni lugar para hacerlo, simplemente lo hacen.

(Continúa en Episodio 11.Final.)